
La destrucción del Estado avanza y ya se siente en todos los rincones del país. A fines de abril, Aerolíneas Argentinas cerrará sus oficinas históricas en Río Gallegos, capital de Santa Cruz. Una decisión que, lejos de ser aislada, forma parte del plan sistemático del gobierno de Javier Milei para desmantelar lo público, atacar el empleo y desfigurar el federalismo.
El jueves 24 de abril sería el último día de atención al público en las oficinas ubicadas sobre la tradicional Avenida San Martín. Tras los cierres ya concretados en Comodoro Rivadavia y Trelew, la Patagónica Santa Cruz es ahora otra víctima más del ajuste despiadado que se impone desde la Casa Rosada.
Sin información oficial, pero con la certeza de quienes trabajan en el lugar, se confirma lo que muchos temían: la aerolínea de bandera —símbolo de conectividad, integración y soberanía— es blanco de una reestructuración brutal, que no solo recorta servicios, sino que elimina puestos de trabajo y borra de un plumazo la presencia del Estado en territorios históricamente postergados.
En adelante, la atención se limitará únicamente a los mostradores en los aeropuertos y a la página web. Nada más. Un modelo frío, centralizado y excluyente que no tiene en cuenta las realidades del interior profundo ni la importancia de lo humano en el vínculo con el Estado.
Este cierre no es casual. Es parte de un proyecto político que no cree en lo público, que desprecia la soberanía y que avanza sin miramientos sobre los derechos de los trabajadores y la dignidad de las provincias.
La oficina de Aerolíneas en Río Gallegos no es solo un lugar físico: es memoria, es trabajo, es identidad. Y su cierre es una herida más en este país que Milei pretende vaciar.