Jorge Cepernic (23 de febrero de 1915 en Río Gallegos – 18 de julio de 2010 en Río Gallegos) fue un político argentino, elegido gobernador de la provincia de Santa Cruz en 1973 por el voto popular, y se mantuvo en oficio hasta la intervención federal dispuesta el 7 de octubre de 1974 durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón, con la aprobación del Congreso de la Nación, y reemplazado por Augusto Pedro Saffores.
Tras su derrocamiento fue arrestado en Buenos Aires y preso en el penal de Magdalena durante cinco años por haber permitido que se filmara la película La Patagonia Rebelde.3 Luego estuvo preso junto con su familia en su propia estancia cercana a El Calafate, donde fueron custodiados por tres policías. Como a su familia únicamente se les permitía recibir visitas de familiares directos, una madrugada Jorge escapó por la ventana y a caballo se dirigió hasta la comisaría, en donde esperó por el comisario y le exigió ser trasladado a una comisaría para que su familia no siguiera siendo víctima.
En su memoria se denominó “Avenida Gobernador Jorge Cepernic” a la calle 361 de El Calafate.6 En setiembre de 2008, en la circunvalación de las rutas Nacional 3 y Provincial 5, fue instalado un busto en su homenaje.
«El croata» Jorge Cepernic, en su ancianidad.
Don Jorge fue un histórico dirigente del peronismo, a quien se le endilgó estar ligado a la Tendencia Revolucionaria. Siempre mostró un autenticismo popular pocas veces visto, en la Patagonia, en épocas en que los inviernos parecían más gélidos y las distancias inalcanzables. Tiempos ingratos de la política argentina y Cepernic fue víctima de esa ingratitud para con el patriarca que quiere tanto a su suelo natal. “Galopiador contra el viento” diría don Atahualpa, pues mientras fue gobernador de su provincia se enfrentó al temido binomio antipopular de “Isabelita” y del verdadero gobernante, el “Brujo” José López Rega.
Fue simpatizante de Juan Domingo Perón. Se enfrentó a López Rega y fue un símbolo peronista en Santa Cruz. Fue gobernador de Santa Cruz en la década del 70.
Simpatizante de Perón desde los tempranos días del 43, se metió de lleno en la Resistencia Peronista tras el sangriento golpe de estado de 1955, sufriendo persecuciones, escarnio y cárcel, hasta que Perón lo designó jefe único del PJ santacruceño y su candidato para gobernador de Santa Cruz en las elecciones del 11 de marzo de 1973. Al frente del gobierno provincial, impulsó la expropiación de la Estancia Cóndor, propiedad de la Corona Británica, pero los sectores lopezrreguistas y reaccionarios le dieron la espalda. Su propio enfrentamiento con López Rega sentenció su futuro y la intervención de su gobierno el 7 de octubre de 1974. Fundador junto a otros dirigentes del Partido Peronista Auténtico, fue detenido en 1976, encarcelado en Magdalena y finalmente confinado en arresto domiciliario en Santa Cruz. Símbolo viviente de su provincia y emblema del peronismo hasta sus últimos días, este viejo luchador participó de la creación del grupo Calafate que llevaría a Néstor Kirchner a la Presidencia de la Nación. Aunque nunca se abstuvo de señalar sus diferencias, donde las había, jamás dejó de hacerse presente en los actos oficiales y su silla siempre estuvo ahí, en primera fila. Había nacido en Río Gallegos el 23 de febrero de 1915.
El 7 de octubre de 1974 la presidenta Isabel Martínez de Perón firmaba el decreto de intervención federal a la provincia de Santa Cruz; la excusa era la crisis institucional generada por el duro enfrentamiento entre el gobernador Jorge Cepernic y el vice gobernador Eulalio Encalada
«En realidad», relata Miguel Auzoberrìa, periodista e historiador, docente investigador de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, «se trataba de un “ordenamiento” que desde el gobierno nacional se daba con las provincias “díscolas”, que eran aquellas acusadas de prestar apoyo a la izquierda peronista, identificada como la “Tendencia”. Así, en escasos doce meses, fueron destituidos los gobernadores Antenor Gauna, de Formosa, en noviembre de 1973; Ricardo Obregón Cano, de Córdoba, en marzo de 1974; Alberto Martínez Baca, de Mendoza, en agosto de 1974; Jorge Cepernic, de Santa Cruz, en octubre de 1974 y un mes más tarde Miguel Ragone, de Salta».
En todos los casos, continúa el relato Auzoberrìa, «se trataba de gobiernos peronistas cuyos gobernadores habían captado algo más del 49 % de los votos; y un gobierno nacional del mismo signo, desplazaba a autoridades electas con un amplio apoyo popular». «En el caso de Santa Cruz, señala, «el gobernador Cepernic fue rápidamente cuestionado por sectores ortodoxos del peronismo encabezados por el vice gobernador Encalada y un buen número de diputados provinciales, que le obstruyeron todos los proyectos presentados a la legislatura por parte del ejecutivo provincial. Asimismo, una parte del movimiento obrero exigía al gobernador una “depuración” de funcionarios considerados izquierdistas. Este grupo, indica Auzoberrìa,»estaba nucleado en la CGT Regional, liderada por Hugo Peralta, padre del actual gobernador de Santa Cruz. Otra parte del movimiento obrero provincial apoyaba a Jorge Cepernic y estos eran fundamentalmente los gremios provinciales».
Y describe el historiador, «el enfrentamiento gobernador-vice, llegó a tales extremos que el propio Cepernic, en un discurso por cadena provincial, le solicitó la renuncia con la frase tan recordada “el obstáculo del gobierno tiene nombre y apellido. Que renuncie Eulalio Encalada”.
Una larga huelga docente y una descarnada huelga de empleados bancarios que duró meses, fueron el golpe final y la excusa perfecta para la intervención federal.
Es precisamente para este aniversario que Miguel Auzoberrìa, tiene previsto presentar su libro “Los días de Cepernic. Una historia del peronismo de Santa Cruz.”
Consultado el autor sobre su libro, que cree, “no pasará desapercibido en Santa Cruz”, comentó: “se puede leer de diferentes maneras: como una biografía de Cepernic, como la historia de cómo fue su gobernación, como la historia de un proceso revolucionario que vivió nuestro País y en el cual Santa Cruz tuvo también su grado de radicalización, como la historia de una Generación con vocación transformadora, como una historia de cómo fue el origen del peronismo santacruceño y la proyección de algunos protagonistas de “los días de Cepernic” hasta nuestros días”.
Don Jorge Por Osvaldo Bayer
Decia ..
Se nos murió don Jorge. Ya han pasado dos semanas. Quise dejar pasar todos estos días antes de escribir esto. Leer todo lo que en estos días se escribió sobre él. Y entonces, sí, dedicarle estas páginas a quien lo mereció. Don Jorge Cepernic, gobernador de Santa Cruz en aquellos años cruciales donde se iba a definir el futuro de los que buscábamos otra Argentina. Don Jorge Cepernic, gobernador de Santa Cruz elegido por su pueblo. Pero gobernador por pocos meses. Una historia argentina.
Fue en el año 1970 que lo conocí. Viajé a Santa Cruz para iniciar la investigación de las huelgas rurales de los años 1920-22. Los fusilamientos de los peones de campo por parte del Ejército argentino durante la presidencia de Yrigoyen eran un tema del cual no se hablaba. “De eso no se habla”, era la respuesta casi obligada ante la pregunta: “¿Qué pasó en estas tierras en aquellos años?”. A don Jorge me lo presentó el doctor Paradelo, hijo de quien había sido gobernador santacruceño en el año ’58. Me dijo: “Don Jorge Cepernic, santacruceño hasta la médula de los huesos, hombre del campo y la ciudad, él te va a relatar toda la verdad”.
Y fue así. Me recibió como a alguien que hubiera esperado muchos años. Se maravilló de que a uno de Buenos Aires le interesara revisar la historia patagónica. Y se puso a mi disposición. “Le voy a presentar a todos los que viven todavía de esa época”, me dijo. Y, con tiempo, me preparó un programa de viajes por el interior de la provincia. El mismo me iba a llevar en su autito Fiat 600. Y lo hizo. Anduvimos kilómetros y kilómetros en ese ratoncito con motor, saltando por esos caminos llovidos de piedras. Pero don Jorge no se inmutaba. Nos deteníamos ante las estancias y me contaba la historia de sus propietarios y cuáles habían sido sus comportamientos durante las huelgas rurales. Entrábamos y me presentaba desde el patrón hasta el último peón. Siempre había alguien que daba datos sobre sobrevivientes de aquellos hechos y dónde vivían.
Mientras viajábamos me relataba que él tenía seis años cuando se iniciaron las huelgas y que su padre –croata que llegó a los 18 años a la Patagonia– tenía un negocio de verduras y frutas, y que siempre ayudó a los perseguidos por la represión del Ejército. Y que él vio cuando trajeron –durante la primera huelga– a los caídos en El Cerrito, en un enfrentamiento con la policía, y los velaron en el local de la Sociedad Obrera. También así conoció a Antonio Soto, el líder del movimiento.
En ese viaje me di cuenta de la amplitud de ese hombre. Cómo comprendía el porqué de las huelgas y que lo que exigían era muy poco. Además, para él, siempre fue inexplicable la orden dada por el presidente Yrigoyen al teniente coronel Varela, con la pena de muerte por “subversión” a quien se resistiera a la orden de volver al trabajo.
“Yo conocí a esas peonadas, gente silenciosa y de trabajo. Aguantadora pero con fuerza para decir basta cuándo la explotación llegaba a no respetar la dignidad humana”, me decía don Jorge mientras guiaba su autito en esas distancias interminables.
A don Jorge lo saludaba todo el mundo. Un hombre de trabajo con su “campito”, como él llamaba a su estanzuela cerca del El Calafate, y su casa sencillamente patagónica de Río Gallegos.
Ese hombre, años después de nuestro encuentro, fue elegido gobernador de Santa Cruz en las elecciones de 1973 –aquellos comicios nacionales en que se consagró presidente a Cámpora– con amplia mayoría. Es que todo el mundo lo conocía a don Jorge: honrado, humilde, hombre de la tierra que siempre había vivido en su provincia, que salió a la protesta cuando vio injusticia en su sociedad y que hablaba de su paisaje, del que me dijo varias veces: “A esto hay que convertirlo en un paraíso real para la gente”. Don Jorge.
Mientras tanto habían salido ya mis dos primeros tomos sobre la huelga patagónica y los cineastas Olivera y Ayala, no bien los leyeron, decidieron filmar la verdad histórica de esa innoble injusticia que había ahogado en sangre la protesta de los desposeídos. Así nacieron los planes del film La Patagonia rebelde. Y aquí se inicia un capítulo que lo dice todo de una sociedad: el miedo de los funcionarios “responsables”, el mirar para otro lado y el ejercicio del poder para prohibir. “Se prohíbe” y se acabó. Como dijo meses después el mayor censor de la historia argentina, Manuel Paulino Tato. Hombre de misa diaria.
Pero vayamos al comienzo del drama. Gobernador, Don Jorge; presidente, Cámpora; interventor de la censura cinematográfica, Getino –el valiente de La hora de los hornos–. No hubo ningún problema. Getino aprobó el guión sin pestañear y viajamos a Santa Cruz para filmar en los lugares históricos.
El gobernador, don Jorge Cepernic, nos recibió con los brazos abiertos. El banco de la provincia nos dio un préstamo y el gobernador dio permiso de filmar en todo el territorio provincial y, justamente, en los lugares históricos. Más todavía, don Jorge nos puso a disposición a los cadetes de la escuela de policía para que hicieran de “extras” en el film representando el papel de los soldados.
Pero nada iba a ser fácil. Cuando miembros del Ejército se enteraron del proyecto, comenzaron a moverse. A través de informantes supieron que el final del film iba a ser la escena donde las prostitutas de San Julián rechazaron a los soldados fusiladores, después de la matanza de peones. Todo menos esa escena iban a permitir los militares.
Ya había renunciado Cámpora. Se había producido la presidencia de Lastiri –quien había procedido a prohibir mi primer libro, Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. El ambiente venía mal. Pero asumió Perón.
En medio de la filmación, en una estancia cercana a Puerto Santa Cruz, un mediodía vemos aparecer un automóvil. De él baja el propio gobernador, don Jorge Cepernic. Me busca a mí, con quien era el único del grupo filmador que tenía amistad. Me lleva aparte y me dice: “Me acaban de llamar de Casa de Gobierno preguntándome quién dio permiso para filmar tu libro en el territorio de esta provincia”. Me miró largo, en silencio. Comprendí. Pero me dio esperanzas. Agregó: “Te pido que les digas a Olivera y a los actores que traten de filmar lo más rápido posible y terminar cuanto antes. Yo, mientras tanto, voy a ganar tiempo haciéndome el que no entiendo”. Don Jorge era así. Arriesgaba su cargo de gobernador por ser fiel a la verdad histórica.
No voy a olvidar más a ese gobernador caminando de nuevo hasta su auto para regresar a Río Gallegos, y me dije: “Un gobernador recorre kilómetros para avisar a un amigo de los peligros que hay. No me vino a decir: ‘Acábenla ya mismo con eso’. No, me dijo sólo que nos apurarámos”. La actitud de un verdadero Hijo del Pueblo.
La escena se iba a repetir. Cuando filmábamos, dos semanas después, cerca de Lago Argentino, en la estancia La Primavera, las últimas tomas de exteriores, el gobernador Cepernic se tomó el avión para venir y volver a decirnos que el problema se había agravado y que había mucha indignación entre los oficiales del Ejército. Pero en ningún momento nos pidió o exigió que nos fuéramos ya y que no lo comprometiéramos más.
Sí, el film pudo estrenarse con un éxito increíble, a salas llenas, después de meses enteros de no permitirse la exhibición. En ese ínterin muere Perón y el mismo día nuestro film obtiene el Oso de Plata del Festival de Berlín. Este último factor ayudó para que el film no fuera prohibido de inmediato. Comienza uno de los períodos más nefastos de nuestra vida política: el régimen de López Rega y sus Tres A. El gobierno de Jorge Cepernic es intervenido por la presidenta Isabel Perón y con la aprobación del Congreso de la Nación, y reemplazado por el funcionario Augusto Saffores, en el mismo momento en que Cepernic se proponía expropiar uno de los más grandes latifundios de esa provincia, de capitales británicos. Es que Cepernic nunca podía olvidar que Roca, justamente el genocida de los pueblos originarios, durante su segunda presidencia había otorgado –por la concesión Grünbein– 2.500.000 héctareas de Santa Cruz a 137 estancieros ingleses.
A don Jorge se le quitó la gobernación. Una de las medidas más injustas de nuestra historia política. Esa decisión se tomó también contra los gobernadores de otras cuatro provincias que se proponían cumplir con lo prometido en las elecciones.
Después, su fidelidad a sus ideales iba a ser pagada cara por don Jorge. La dictadura de la desaparición de personas lo hará detener y pasará más de cinco años de prisión en la cárcel militar de Magdalena. La humillación más absoluta. Cuando le preguntó al coronel jefe de la prisión por qué lo tenían tanto tiempo preso, le contestó el uniformado: “Porque usted permitió la filmación de La Patagonia rebelde en su provincia”. Pecado mortal. Denunciar la verdad de nuestra historia, en nuestro país, era ser subversivo contra el orden establecido.
Luego de casi seis años de cárcel, debió cumplir prisión domiciliaria en su casa de La Josefina”, su “campito”, como lo llamaba él. Allí continuó la humillación ya que allí convivían, para vigilarlo, cuatro policías por turno a los cuales la esposa de don Jorge –la inolvidable y eterna compañera de él, Sofía Vicic– debía cocinarles y servirles la comida. Hasta que don Jorge, en esos actos siempre frescos e insurgentes de él, se escapó por una ventana, fue a la comisaría más cercana y dijo: “Aquí me quedo, ni mi mujer ni mis hijos tienen que sufrir esta humillación en mi casa con esa guardia permanente”.
Cuando hace pocos meses filmamos mi regreso a los lugares donde cuarenta años antes había hecho la investigación de las huelgas patagónicas, grabamos mi última entrevista con don Jorge. Siempre el mismo. Con ganas de poder alguna vez cumplir con sus ideales de justicia social en su querida tierra patagónica. La nostalgia de todo lo vivido nos cubrió de emoción. Me despedí con el abrazo reconocido que se da a los hombres honrados, a los hombres de la generosidad.
La calle de Río Gallegos donde vivieron mis padres y nació mi hermano mayor se llama Roca, el nombre del genocida. Ojalá que alguna vez se llame Jorge Cepernic: un santacruceño de ley que sufrió todas las humillaciones y que quería hacer de toda esa tierra un ejemplo para un país justo, sin niños con hambre, sin villas miseria, sin violencias. Ojalá existan en el futuro hombres como él con el coraje civil de hacerlo. Se lo merece. Fue, lo repito, un verdadero Hijo del Pueblo.
Dan Alguna Opinión….
Rolando Neculman Siempre me impacto “ cuando después de la carcel . Le robaron su auto y tantas cosas que me contó … yo le pregunté. Como se siente? Me respondió. … sin odios ni rencores .. Como valoro esa hombría de bien…. Solo los grandes tienen esa actitud. …
Anibal Mario Amestica En oportunidad de que el flamante Presidente de la Naciòn, Carlos Saúl Menen, diò su discurso en la Honorable Càmara de Diputados de la Naciòn, compartimos el mismo palco, pero nunca me voy a olvidar, que me apretó la mano y me dijo textualmente; «Compañero Amestica, vos sabes lo que esto significa para los viejos peronistas como vos y yo estar presenciando este momento histórico donde el Peronismo vuelve a ser gobierno». Demás està decir que sus palabras arrancaron una lagrima en mis mejillas y le conteste, «Si don Jorge, especialmente porque hoy estoy sentado al lado uno de los responsables de este hecho histórico». El me respondiò con la humildad que lo caracterizaba: No te olvides que tu padre y tu madre, fueron fundadores en Santa Cruz y grandes militantes como lo sos vos. y que se bancaron las persecuciones de la mal llamada «Revoluciòn Libertadora. Esas palabra quebraron mi corazòn y sentí una enorme emociòn y orgullo, por estar sentado junto a uno de los artìfices de la vuelta del Peronismo al Poder….
Marinkovic Marco Un gran tipo Son Jorge!!! Marquito.