
Lo que pasó en Los Antiguos no es un hecho aislado ni un “cruce vecinal”. Es un episodio que lleva la marca de una interna política que ya conocemos: la misma lógica de disciplinamiento que vimos hace unos meses, cuando el conflicto con Carlos Garzón terminó en la famosa foto de Bellomo, Vidal y Zulma.
Hoy, otra vez, vemos cómo desde un sector del gobierno provincial se intenta someter y “dar un correctivo” a una intendenta electa por el pueblo. Y lo hacen de la manera más baja: metiéndose con sus hijas, con su familia, usando la violencia simbólica y hasta física para intentar deslegitimar a una mujer que gobierna.
El comunicado de repudio de la concejal Fany Aguirre y de los funcionarios de Los Antiguos lo dice claro: esto no es crítica política, es hostigamiento personal y machista. Y lo que quedó registrado en los videos es brutal: Zulma Neira, tirada en el suelo, colapsada, mientras alrededor había gente filmando y alentando en vez de tenderle una mano.
Esto no es política, es violencia. Y el silencio de quienes tienen responsabilidad institucional los vuelve cómplices. Callar es avalar.
Digamos basta. Basta de violencia institucional, política y machista contra una mujer elegida democráticamente. Si no les gusta cómo gobierna, esperen las elecciones y propongan otra alternativa. Pero no usen el aparato del Estado para hostigarla.
No olvidemos algo: el funcionario provincial que hoy aparece en el centro de esta escena es el mismo que dejó la intendencia para irse al gabinete provincial y que sueña con recuperar el poder en el pueblo. Esta vez el cachetazo no fue simbólico, y la comunidad lo está viendo. No dejemos de ver que usa a otro funcionario par de el para realizar este tipo de aprietes vergonzosos, y nos referimos a Cristian Roberto Olivares, ladero politico de Julio Cesar Bellomo .
