
Desde la intervención en YCRT se intenta reflotar el modelo de “propiedad participada”. Pero esta herramienta fue clave en las privatizaciones de los 90, y significó vaciamiento, exclusión y disciplinamiento para los trabajadores.
Por Alejandro Garzón (AG)
Los trabajadores de la Cuenca saben lo que nos jugamos cada vez que se menciona a YCRT. Por eso es necesario alertar: la figura de la “propiedad participada” no es una solución, ni una salida solidaria, como hoy se intenta presentar. Es una vieja trampa del neoliberalismo, que ya usaron Menem y Cavallo para privatizar YPF, Gas del Estado, ENTEL y tantas otras.
Origen y función de una herramienta de entrega
La llamada «propiedad participada» fue incorporada en la Ley 23.696 de Reforma del Estado, sancionada en 1989, que habilitó las privatizaciones de empresas públicas. Esta figura ofrecía a los trabajadores una porción minoritaria del capital accionario, que quedaba en fideicomisos administrados por terceros. No tenían poder real ni acceso a los directorios.
Como explicó Claudio Lozano, economista y presidente de Unidad Popular, en numerosos informes del IPyPP (Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas), la propiedad participada fue una herramienta de “capitalismo de papel”, que no garantizó ni participación, ni ingresos, ni empleo. Fue apenas una forma de desactivar resistencias y dar apariencia “popular” a la entrega del patrimonio estatal.
Casos emblemáticos: YPF y Aerolíneas
En el proceso de privatización de YPF, se asignó un porcentaje simbólico de acciones a los trabajadores bajo propiedad participada. Pero nunca tuvieron voz real. Como denunció ATE Nacional en su momento, los trabajadores no solo perdieron la empresa, sino también miles de puestos de trabajo. Y en Aerolíneas Argentinas, el resultado fue aún más claro: deudas, despidos y pérdida de soberanía aérea.
Según informes de la Auditoría General de la Nación, en ningún caso la propiedad participada permitió el ejercicio de control efectivo ni participación estratégica por parte de los trabajadores.
YCRT no puede ser laboratorio del fracaso
Por eso advertimos con firmeza: intentar aplicar hoy este modelo en YCRT es reeditar un viejo fracaso con palabras nuevas. No hay en él una propuesta de soberanía energética ni de protagonismo obrero. Hay una fórmula para vaciar el conflicto, disciplinar a los sindicatos y avanzar con ajustes sin llamar las cosas por su nombre.
Y lo más peligroso: la propiedad participada fragmenta a los trabajadores, crea falsas expectativas, rompe la unidad colectiva y debilita la organización sindical.
En ese escenario de división, es donde la intervención, el régimen de Javier Milei y la administración provincial de Claudio Vidal avanzan con más facilidad sobre los recursos de YCRT. Dividir para entregar. Esa es la lógica de fondo.
¿Qué queremos los trabajadores?
Queremos una empresa estatal, con financiamiento público, control político, planificación de largo plazo y participación real de sus trabajadores en los procesos estratégicos.
No queremos ser “accionistas simbólicos” de una empresa intervenida. Queremos ser parte del destino de YCRT, con salarios dignos, derechos laborales que marca nuestro CCT y producción energética nacional.
Lo decimos con claridad:
YCRT no se negocia. El carbón no se entrega. Las y los trabajadores no son variable de ajuste.
Lo aprendimos en la historia de lucha de la Cuenca. No vamos a permitir que el verso del pasado vuelva a disfrazarse de modernidad.