
Santa Cruz. Los paros, comunicados encendidos y banderas gremiales regresaron con fuerza a la agenda provincial. Esta vez, de la mano de ATE, que anunció un paro de 72 horas desde el martes 1 de julio en la Administración Pública, en rechazo a la falta de propuestas salariales del Gobierno de Santa Cruz. Pero el trasfondo del conflicto plantea una pregunta incómoda: ¿el gremialismo selectivo empieza a resquebrajarse o solo cambia de estrategia?
La medida fue anunciada por Carlos Garzón, secretario general de ATE Santa Cruz, quien sostuvo que el Ejecutivo “no tiene voluntad de poner plata en el bolsillo de los trabajadores” y calificó como una “estafa” la última paritaria de Salud, que ahora buscan anular por supuestas irregularidades. ATE también denunció la complicidad de otros gremios “alineados con el Gobierno” que habrían firmado acuerdos perjudiciales para los trabajadores.
“A los administrativos y de maestranza les dieron $28.000, a los médicos seis cuotas de $78.000, pero nada de eso va al básico. Hay sindicalismo agotado y cómplice”, disparó Garzón.
ATE reclama una recomposición del 12% anual, dividida en dos tramos del 6%, y afirma que mientras el salario promedio informado ronda los $780.000, muchos trabajadores cobran apenas $180.000, recurriendo al endeudamiento para cubrir necesidades básicas. Además, denuncian que los servicios extraordinarios quedaron congelados hasta 2026.
El despertar tardío
La protesta actual, sin embargo, no puede analizarse sin contexto. Durante años, mientras el ajuste venía desde gobiernos aliados, el silencio gremial fue casi absoluto. Las paritarias se firmaban con mínimos cuestionamientos, los salarios se licuaban frente a una inflación desbordada, y los trabajadores estatales quedaban a la deriva.
Por eso, el regreso de la conflictividad sindical también genera desconfianza entre sectores del propio Estado. Muchos trabajadores se preguntan por qué ahora sí hay paros masivos, y antes no.
¿Un nuevo rumbo o el mismo juego?
Garzón y ATE parecen haber endurecido su posición. Pero los cuestionamientos a los “gremios amigos del poder” también recaen sobre la memoria gremial reciente de su propia organización. ¿Es este el inicio de una verdadera autonomía sindical? ¿O se trata solo de una nueva etapa de un juego ya conocido, donde el conflicto emerge solo cuando el patrón deja de ser aliado político?
Sea como sea, Santa Cruz necesita coherencia, no oportunismo. La defensa del salario debe ser una causa permanente, no una bandera de ocasión. Y la credibilidad gremial no se recupera con comunicados en mayúscula: se construye con hechos, con coraje y con memoria activa.
Porque los trabajadores merecen más que paros selectivos. Merecen representación real. Y un sindicalismo que no mida su voz por conveniencia política, sino por convicción.